miércoles, 17 de septiembre de 2008

Black


En este momento estoy dejando un recado en la contestadora

a ver si así la vida se desploma en mis hombros.

Pregunto "cómo estas?" "qué hay de tu vida?

con un agrio sabor a tormentos negros en los labios,

como si mil gotas de lluvia mojan mi cuerpo en un segundo tortuoso,

en medio de una gran torbellino de ideas cruzadas.

Tengo tatuados en el pecho los gritos de una disputa que perdí;

vestigios de una puerta rota, manos sangrantes,

copas quebradizas que se destrozan con el tacto de mis dedos;

Tus súplicas intercediendo en mis oídos

mientras tomas mis miedos arrojándolos a la basura sucia.

Todo se pinta de metal oxidado,

con el teléfono adherido al oído como una sanguijuela plástica

mientras que vomito palabras pesadas

que cortan las últimas redes que me unen a tus manos de azucena.

Guardo las más íntimas esperanzas en que mi voz de arena se allegue a tus oídos,

y comprendas que los mundos se disuelven en caricias futuras,

en susurros húmedos que apaciguen el llanto de un golpe de congoja;

Miles de risas santas vienen con parabienes sólo para tí,

rogando no convertirme en un demonio de cien cabezas;

y que la vida fluya, sí, fluya,

en un cauce de ríos plácidos que desemboquen en la fría línea de la contestadora,

sin hermosas mentiras; sin horrendas verdades.

En este preciso momento estoy dejando un mensaje en tu alma,

a ver si así mi hálito de vida revive tu sonrisa.

Pregunto "me amas?", "sanarías mis llagas?"

sin pintar murallas de triste negro,

sofocando cuerpos desnudos en la más cruda inocencia,

llenando de glorias mi truncado vocabulario.

Los recovecos de mi habitación vacía guardan tu nombre con celosa gracia;

que mis palabras tacten tus sentidos,

porque sólo de esa manera,

puedo yo dejarme caer en flores blancas con un sabor a dulce dicha eterna.



Deminion.

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