Merodeando por el parque aledaño a mi precaria residencia, me topé con una bestia negra que me observaba a lo lejos. Acercándome disimulada y cautelosamente, tomé una vara dispuesta a alejar a aquella criatura impuetuosa. Una ves cerca y recordando las técnicas corraleras de mi abuelo fiambre, ahuyenté a la cosa que relinchaba medio enfadado.
- Oye oye, suelta ese palo que no te haré nada.
Bilingüe era el animal ese, comprendía la lengua de los hombres y se daba el lujo de regañarme. Bajando la guardia, me dispuse a dialogar con la criatura.
- Entonces, señor caballo, ¿por qué relincha como enojado?
- Porque no me gustan los de tu calaña.
Media extrañada media confusa, intenté procesar lo que el caballo me decía.
- ¿Mi calaña? ¡pero si ni siquiera me conoces!
- Dime, ¿soy macho o hembra?
Pensé unos segundos. Lo miré a los ojos. Me dispuse a alzar la voz.
- Macho.
- Por eso los detesto.
- ¿Por qué?
- Porque son tan ignorantes, tan limitados y tan poco observadores que no ven que soy hembra.
Era hembra, no noté si tenía bolas cuadrípedas entre las patas, así que no podía revatir sus exclamaciones. Se dio media vuelta murmurando algo y me dejó sola en el parque, con la ignorancia en las manos.
Ahora que me encuentro con un caballo o en su defecto con una caballa, me aseguro que no hablen, porque si lo hacen, imagínense qué caballadas me dirían.
2 comentarios:
Tu interpretación está equivocada. Lo que escribo no es sobre ello. Lo de mi hoy corresponde ya a otro momento y a otro lugar.
Por favor no interpretes lo que no sabes.
eso.
disfruté leyendolo, me reí mucho, y recordé a algunas personas con aquello.
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